El pasado día 29 de septiembre tuvo lugar en Barbate una de las
pruebas más duras del calendario nacional. Se desarrolla en un circuito cerrado de unos 25 kilómetros aproximadamente de terreno
variado en el que predominan los senderos arenosos y pistas compactadas, en el que había que recorrer el máximo de vueltas posible en 24 horas y donde ganaba el que más distancia recorriese en dicho tiempo. Como no, los dos poceros más inconsecuentes, Pablo y Cheo,
tomaron la salida. Este último nos cuenta su experiencia de primera mano:
"Sábado, 4 de la madrugada, sonaba mi móvil, Pablo me llamaba por teléfono, me había quedado dormido. Tardo 10 minutos en estar en La Victoria, le dije. A las 4:10 nos disponíamos a tomar rumbo a Barbate, algo más de 2 horas y media de viaje, Frank Zappa en la radio y mucho sueño. Hicimos parada en Vejer de la Frontera para desayunar (precioso pueblo blanco) y a las 7 ya estábamos instalándonos (inflamos nuestro colchón, situamos las mochilas y nos preparamos para la aventura).
A las 9, tras una charla animada con diferentes corredores, comenzamos a trotar debatiéndonos entre llevar manga larga y chubasquero o aventurarnos a hacer la primera vuelta a lo salvaje. Como no podía ser de otra manera, y siguiendo indicaciones de Pablo, cabeza loca por excelencia, decidimos ir sin nada, tan sólo nuestro cinturón con el agua indispensable, pues la carrera es de autosuficiencia. Pablo iba marcando el ritmo, ya que es su segunda experiencia en esta prueba, yendo yo a su lado tratando de mantener un ritmo constante.
La primera vuelta concluyó sin avisar, enamorando a corredores que se lamentaban por no haber llevado cámara de fotos para retratar tan bellos paisajes. La segunda comenzó mojada, volvían a aparecer las gotas de agua que amenazaron a primeras horas de la mañana. Aún así, continuamos nuestro recorrido sobre el horario previsto, haciendo 3h 24 minutos en la primera vuelta. A mitad de la segunda comienza a llover, el terreno formado por dunas de playa empieza a ponerse resbaladizo, pero nos alegramos de que nuestros pies no se hundan en la arena. Sobre el kilómetro 45 recibo llamada de la corredora del Club Inma Orellana informando que se la lesionado el tobillo y que se dirige al hospital, aclarándome más tarde que se trata de un esguince.
Comienzan a aparecer los primeros síntomas de cansancio, pero el polideportivo de Barbate está cerca y allí nos espera la tortilla y los filetes empanados que la madre de Pablo nos ha preparado para la ocasión (¡grande!). 3 horas 12 minutos más y levamos 53 kilómetros (la primera vuelta contaba con 28km en su recorrido, el resto 25). Tras estirar bien, cambiarnos de ropa y, sobre todo, alimentar nuestros cuerpos ya maltrechos, comenzamos la tercera vuelta 8 horas y 10 minutos más tarde del tomar la salida. En estos momentos decidimos portar el chubasquero por temor a más lluvia.
Ya comenzamos a ver menos corredores, incluso vamos solos durante mucho rato. La lluvia cesa, pero el cansancio empieza a hacer mella en nosotros. Vamos alternando correr y andar con mucha más frecuencia. La tarde va cayendo y la luna (llena, por cierto) va asomando por el horizonte dejando una estampa digna del paraíso. En un momento de excitación, le propongo a Pablo una cuarta vuelta, sabedor de que la máquina va bien, a lo que él, corredor experimentado, contesta pidiendo prudencia. 5 kilómetros despúes, retiro mi propuesta de alimentar mi cansancio con mas kilómetros y me paro a estirar, convenciendo a Pablo de que siga él para delante. Ya quedan 3 kilómetros para el final de esta vuelta.
El último tramo lo realizamos cada uno en solitario (experimento en mis carnes lo que Pablo sufrió el año pasado haciendo los 78 larguísimos kilómetros), con la noche ya avisándonos de la necesidad de iluminar nuestro recorrido. Y ahí estaba ya el final, 11 horas y 52 minutos Pablo, y 11 horas 55 minutos yo. Teníamos claro que debíamos pararnos y no continuar, aunque nuestros cuerpos nos pedían otra vuelta, estábamos con ganas, pero 78 kilómetros estaban muy bien y ya teníamos la ansiada Piña de Oro (por lograr las 3 vueltas al circuito). Después de esto ya sólo nos quedaba estirar, ducharnos y comer algo antes de preparar nuestros sacos de dormir y disfrutar de un merecido descanso, antes de que a la mañana siguiente se hiciera entrega de dicha Piña y regresáramos a Córdoba con muy buen sabor de boca".
Sin palabras. Un abrazo a todos, y sobre todo a estos dos locos del running. Se lo merecen todo.
"Sábado, 4 de la madrugada, sonaba mi móvil, Pablo me llamaba por teléfono, me había quedado dormido. Tardo 10 minutos en estar en La Victoria, le dije. A las 4:10 nos disponíamos a tomar rumbo a Barbate, algo más de 2 horas y media de viaje, Frank Zappa en la radio y mucho sueño. Hicimos parada en Vejer de la Frontera para desayunar (precioso pueblo blanco) y a las 7 ya estábamos instalándonos (inflamos nuestro colchón, situamos las mochilas y nos preparamos para la aventura).
A las 9, tras una charla animada con diferentes corredores, comenzamos a trotar debatiéndonos entre llevar manga larga y chubasquero o aventurarnos a hacer la primera vuelta a lo salvaje. Como no podía ser de otra manera, y siguiendo indicaciones de Pablo, cabeza loca por excelencia, decidimos ir sin nada, tan sólo nuestro cinturón con el agua indispensable, pues la carrera es de autosuficiencia. Pablo iba marcando el ritmo, ya que es su segunda experiencia en esta prueba, yendo yo a su lado tratando de mantener un ritmo constante.
La primera vuelta concluyó sin avisar, enamorando a corredores que se lamentaban por no haber llevado cámara de fotos para retratar tan bellos paisajes. La segunda comenzó mojada, volvían a aparecer las gotas de agua que amenazaron a primeras horas de la mañana. Aún así, continuamos nuestro recorrido sobre el horario previsto, haciendo 3h 24 minutos en la primera vuelta. A mitad de la segunda comienza a llover, el terreno formado por dunas de playa empieza a ponerse resbaladizo, pero nos alegramos de que nuestros pies no se hundan en la arena. Sobre el kilómetro 45 recibo llamada de la corredora del Club Inma Orellana informando que se la lesionado el tobillo y que se dirige al hospital, aclarándome más tarde que se trata de un esguince.
Comienzan a aparecer los primeros síntomas de cansancio, pero el polideportivo de Barbate está cerca y allí nos espera la tortilla y los filetes empanados que la madre de Pablo nos ha preparado para la ocasión (¡grande!). 3 horas 12 minutos más y levamos 53 kilómetros (la primera vuelta contaba con 28km en su recorrido, el resto 25). Tras estirar bien, cambiarnos de ropa y, sobre todo, alimentar nuestros cuerpos ya maltrechos, comenzamos la tercera vuelta 8 horas y 10 minutos más tarde del tomar la salida. En estos momentos decidimos portar el chubasquero por temor a más lluvia.
Ya comenzamos a ver menos corredores, incluso vamos solos durante mucho rato. La lluvia cesa, pero el cansancio empieza a hacer mella en nosotros. Vamos alternando correr y andar con mucha más frecuencia. La tarde va cayendo y la luna (llena, por cierto) va asomando por el horizonte dejando una estampa digna del paraíso. En un momento de excitación, le propongo a Pablo una cuarta vuelta, sabedor de que la máquina va bien, a lo que él, corredor experimentado, contesta pidiendo prudencia. 5 kilómetros despúes, retiro mi propuesta de alimentar mi cansancio con mas kilómetros y me paro a estirar, convenciendo a Pablo de que siga él para delante. Ya quedan 3 kilómetros para el final de esta vuelta.
El último tramo lo realizamos cada uno en solitario (experimento en mis carnes lo que Pablo sufrió el año pasado haciendo los 78 larguísimos kilómetros), con la noche ya avisándonos de la necesidad de iluminar nuestro recorrido. Y ahí estaba ya el final, 11 horas y 52 minutos Pablo, y 11 horas 55 minutos yo. Teníamos claro que debíamos pararnos y no continuar, aunque nuestros cuerpos nos pedían otra vuelta, estábamos con ganas, pero 78 kilómetros estaban muy bien y ya teníamos la ansiada Piña de Oro (por lograr las 3 vueltas al circuito). Después de esto ya sólo nos quedaba estirar, ducharnos y comer algo antes de preparar nuestros sacos de dormir y disfrutar de un merecido descanso, antes de que a la mañana siguiente se hiciera entrega de dicha Piña y regresáramos a Córdoba con muy buen sabor de boca".
Sin palabras. Un abrazo a todos, y sobre todo a estos dos locos del running. Se lo merecen todo.
Sois unos grandes! Mi más sincera enhorabuena, un poco de envidia y locura. Corremos pronto!
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