Buenas a todos.
El pasado viernes, día 4, pasado por agua, tres auténticos aventureros nos desplazamos hasta Mérida para participar en su carrera de 100 kilómetros, la denominada LXVII Millas Romanas.
Pablo y yo, que repetíamos por tercera vez, llevando un bagaje de una prueba finalizada y otra abandonada de cada uno, y debutando en la prueba y la distancia D. José Otero. Como no podía ser de otro modo, nos llovió bastante, no por la cantidad de agua pero sí en cuanto a la duración, pues prácticamente durante los 100 kilómetros estuvo lloviznando como mínimo.
El viernes partimos hacía Mérida a mediodía con buen tiempo, pero conforme nos íbamos acercando a la ciudad romana el tiempo iba empeorando poco a poco. Al llegar comimos algo antes de prepararnos, y a continuación nos dirigimos a la Plaza de España para el inicio de la carrera.
Pablo y yo partimos con la mente muy concentrada en no dejarnos llevar por las emociones y nos marcamos un ritmo de entre 7:15 y 7:45 por km, velocidad que conseguiríamos llevar prácticamente hasta final de la prueba. Otero, muy sensato, salió algo más atrás, haciendo caso a nuestra experiencia y a los errores que anteriormente ya hemos cometido nosotros.
Este año habían cambiado el recorrido por lo que no teníamos referencias de paso, algo que tampoco nos preocupaba demasiado, a mí sólo me preocupaba contener a Pablo, que es muy dado a venirse arriba, y sé que no soy capaz de aguantar su ritmo y no quería descolgarme.
Los kilómetros iban cayendo poco a poco... 10, 20, 30... y seguíamos manteniendo el ritmo. En los avituallamientos nos hidratábamos bien, cogíamos algo de comida y continuábamos sin apenas pararnos mucho para no enfriarnos. Al poco del kilómetro 30 y tras cenar tortilla y pasta, comencé a tener problemas de iluminación, lo que hacía que tuviese que pegarme mucho a Pablo para poder esquivar los baches y los charcos que se estaban formando.
Continuábamos hacia delante con buen ánimo, Pablo mantenía el ritmo y me animaba a llegar hasta el kilómetro 60 donde teníamos el paso por el polideportivo y podíamos cambiarnos de ropa, cosa que no hicimos, porque nos encontrábamos bien y porque seguía lloviznando, y era pan para hoy y hambre para mañana.
Allí en el 60 pregunté por los abandonos (no porque dudara de José Otero ni mucho menos, si alguien es capaz de proponerse algo y no desfallecer en el intento es él, pero los kilómetros y la lluvia son elementos lo suficientemente poderosos para acabar con cualquiera; como muestra sabed que este año han abandonado más de 100 participantes de los 400 que tomamos la salida), y me llevé la grata sorpresa de que aún seguía en carrera.
Con esa buena noticia y con el reloj sin pilas continuamos de nuevo hacía los últimos 40 kilómetros. Mi luz cada vez iluminaba menos y esto sí que comenzó a mermar mi moral, pero Pablo hizo una gran labor no dejándome que me viniera abajo y con éstas al fin comenzó a amanecer (igual se me ha olvidado comentar que la carrera comenzaba a las 21 horas del viernes), y mis sensaciones mejoraron enormemente.
El kilómetro 60, el 70, el 80 y seguíamos... A estas alturas el año pasado iba ya andando más que corriendo. Y ahí llegó lo habitual… ¡perdernos!
Hay que felicitar al Club de Senderismo Camino de la Plata por la gran organización y trato dispensado, pero nuevamente vuelven a fallar en la señalización, cosa que hace mucho daño cuando llevas tantos kilómetros en las piernas. Esto hizo que comenzáramos a andar, cosa que prácticamente no habíamos hecho durante los 90 kilómetros anteriores
Cuando por fin volvimos al recorrido y nos acercamos a Mérida, nuestro ánimo estaba más que recuperado a causa del buen tiempo que íbamos a lograr. 13 horas y 27 minutos fue el crono empleado por Pablo y yo junto a otras tres personas que conformábamos el grupo en el que llegamos juntos a meta.
Estaba súper contento, ¡había bajado la marca del año pasado en más de 4 horas! Ya sólo faltaba que Otero consiguiese finalizar con éxito, cosa que ocurrió cuando el marcador señalaba 18 horas y 39 minutos, ¡¡había conseguido incluso bajar de las 20 horas!! Una animalada, una auténtica animalada, y más si tenemos en cuenta el tiempo que lleva corriendo. No va a tener techo si continúa con esta progresión.
Pues con los deberes hechos, NUESTRO MILIARIO bajo el brazo (el trofeo que dan a todos los finalistas) y el cansancio correspondiente, cogimos dirección de vuelta al pueblo.
Cabe mencionar que dicha prueba no es competitiva, y no se celebra entrega de premios alguna amén del citado miliario, pero es reseñable los puestos de los tres poceros, que dejamos bien alto el pabellón con un 8º y 9º puesto de Pablo y mío respectivamente, y el 150º puesto para un debutante como José Otero, que entra por la puerta grande en el mundo de las ultras.
Para finalizar y despedirme, deciros que no es de mucha inteligencia apuntarse a la jornada de senderismo al día siguiente de este tipo de carreras: prometo no volver a repetirlo, jejejeje.
Un saludo y a disfrutar del buen tiempo.
Crónica ofrecida por Cheo, Cronista Oficial y Pocero del Año 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario