Crónica LXVII Millas Romanas de Mérida

Hola buenas, corredores y amigos. El primer fin de semana de mayo se disputó la carrera de las LXVII Millas Romanas en la preciosa localidad de Mérida, que para los que se lían como yo con los números romanos son unos 100 kilómetros. A esta carrera, como ya ocurriera el año pasado, acudimos dos poceros para disfrutar de su historia y sus paisajes, el incombustible Pablo y yo (Cheo).
Hay que decir que la organización tuvo que variar parte del trayecto a causa de las lluvias y el desbordamiento del río Guadiana, por cuya orilla trascurría parte del recorrido. Aún así el entorno fue increíble y no dejo a nadie indiferente, a pesar del barro y los charcos del camino.
Se trata de una carrera no competitiva, con un perfil bastante llano, por lo que es ideal para los que nos adentramos en el mundo de las carreras de ultra fondo. El año pasado Pablo finalizó en 16 horas y 43 minutos, teniendo este año que abandonar en el kilómetro 53 por dolores musculares y sobre todo por acojonamiento mental, cosa de la que puedo hablar, porque el año pasado fui yo mismo el que abandono en esta misma prueba en el kilometro 69 a causa de la lluvia y el frío que pasamos (aunque realmente lo que pasó es que me cagué encima), lo que hizo muy dura la carrera y porque no tengo el espíritu de sacrificio de mi colega Pablo. En fin, este año yo finalicé en 16 horas y 48 minutos, no pudiendo mejorar el tiempo del gran pocero Pablo. También hay que decir que este año y debido a los cambios la prueba tuvo unos 9 kilómetros más (109 en total).
Hizo buen día, algo frío pero aceptable. A las 21 horas del viernes se dio la salida de los aproximadamente 450 corredores. Al poco de salir tuvimos que ir encendiendo nuestros frontales ya que la noche se nos echó encima. El primer circuito trascurrió con normalidad (sin contar que nos perdimos en varias ocasiones), habiendo momentos en los que Pablo se adelantó unos metros, temiéndome yo lo peor, pues iba aterrorizado por temor a abandonar nuevamente, pero a los pocos kilómetros me estaba esperando y ya iríamos juntos hasta finalizar los dos primeros circuitos, que fue donde Pablo decidió descansar.
Allí me encontraba yo, con 53 kilómetros en las piernas y muchos  más en la mente. Al salir solo del polideportivo, tuve momentos de incertidumbre, a la vez que avanzaba pensaba en volverme, pero la idea de volver a abandonar me dejaba un sin sabor tan amargo que poco a poco y cantando interiormente me fui animando (ese gran cantante como es Manolo Escobar alegra a cualquiera, si alguien pudiera ver esa imagen de mí, en esos momentos y descubrir lo que cantaba se moriría de la risa, ¡resulta dantesco!). 
A lo que iba… fui haciendo kilómetros sin pensar en lo que me quedaba, con un trote tranquilo pero continuo, reposando las cuestas arriba, contento de no encontrarme más charcos, pues en los primeros compases tuve que mojarme los pies en varias ocasiones y no me apetecía ir con los pies mojados ahora que me había cambiado los calcetines.
Cuando quise darme cuenta estaba amaneciendo y me di con el punto donde abandone el año pasado… Ya había pasado lo peor, llegaba la claridad, se me iba el sueño y sobre todo el miedo (que es a lo que más temía). De aquí en adelante fue donde pude disfrutar del recorrido, esos 30 kilómetros que quedaban fueron un paseo, duro, pero llevaba tal seguridad en mí mismo que hubiese podido con otros 100 más (me he pasado un poco, pero es para que entendáis mis sensaciones).
Aquí fue donde me uní a dos corredores, y fuimos charlando, tratando de ayudar a uno de ellos que iba de mal en peor. Andamos muchos kilómetros, apoyándose en nosotros que le dábamos fuerzas para continuar, hasta que a falta de 4 o 5 del final nos dijo que siguiésemos, que gracias a nosotros ya se encontraba con fuerzas de finalizar. Entonces Paco (Paco Corado, corredor de Mérida que ha finalizado en 5 ocasiones y del que aprendí mucho en esos kilómetros juntos) y yo nos dejamos llevar y llegamos trotando hasta la línea de meta, donde recogí el "Miliario" que nos entregan a los que finalizamos.
Puedo decir días después y ya recuperado del cansancio, los dolores y de todas las partes de mi cuerpo "escocías", que he finalizado, que siento que Pablo no haya podido finalizar conmigo, pero que el año que viene entraremos de la mano.
Espero que alguien más se anime a vivir este tipo de experiencias, que engrandecen el orgullo y que podamos ir un grupo mayor de poceros.
Y nada mas y nada menos, un abrazo y ¡a disfrutar del buen tiempo!
Crónica ofrecida por Cheo, Cronista Oficial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario